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Desde China, para ti

Soledad imposible

Si venís a Beijing, sabréis que no hay manera de sentirse solo. Hay gente en todas partes. Pero creo que el que haya mucha gente no significa con seguridad que no haya soledad. En español hay un refrán que dice: ‘no hay peor soledad que la de dos en compañía’. Por eso me di cuenta de que en Beijing hay muchos jóvenes solos. Parece imposible, pero en realidad es posible. Después de que los estudiantes dejan a sus familias, sienten que en Beijing no hay quien se preocupe de ellos. Por eso, el profesor chino se convierte en un sustituto de los padres. Los jóvenes de esta generación saben que deben estudiar mucho, pero no saben con claridad por qué. Cuando ya se van a graduar, los universitarios empiezan a tener miedo a la sociedad que les espera, como si esta sociedad no tuviera ninguna relación con ellos, es más, se convierte en su enemigo. ¡Cómo es de importante la amistad! Lo que da un sentido a la vida de las personas, todo se consigue a través de la amistad y del amor. Si amo realmente a mi país, no puedo temer a la sociedad. Sin embargo antes es imprescindible conocer a qué se le llama amor.

不可能的孤独

如果你们来过北京,就知道无法孤独。什么地方都有人。不过我还是觉得人多不一定是不孤独的意思。西班牙语有一个成语说:最不好的孤独就是两个人在一起的孤独, 就是说no hay peor soledad que la de dos en compañía。 所以我发现了在北京有很多孤独的年轻人。 好像是不可能的,其实上是有可能的。大学生离开他们老家以后,在北京觉得没有关心他们的人。因此,中国老师成为替父母的。这个时代的年轻人都知道得努力学习但是他们不太清楚为什么。快要毕业的时候,大学生开始害怕社会, 好像这个社会跟他们没有关系,再说,成为他们的敌人。友谊那么重要啊!给人生活的意思都就是通过友谊、爱得到的。如果我真的爱我国, 不会怕社会。不过提前必须认识什么叫爱。

Explosión de primavera

No es una bomba sino una explosión de colores lo que inunda Beijing durante las últimas semanas. Y la gente de aquí sabe lo que es disfrutar de la naturaleza, quizás porque en una ciudad de cemento tan monumental como ésta, cualquier árbol en flor o pequeña plantita con flores merece una foto. Afortunadamente y a pesar del cemento, Beijing tiene unos cuantos pulmones verdes: la Colina Perfumada, el Palacio de Verano, Yuanming Yuan, la Colina del Carbón, el Templo del Cielo... En estos días, especialmente el fin de semana, se llenan de gente ansiosa por posar al lado de las flores, de los árboles verdes, del césped. No recuerdo haber visto algo parecido en España. Los chinos, conscientes de su gran número, se conforman con mirar y alabar los colores, formas y texturas de las flores. Nadie arranca ninguna. Me encanta sentarme y ver gente de todas las edades adoptar una actitud que para los occidentales podría parecer hasta infantil, pero que para mí es un regalo. Me encanta ver esas caras risueñas y asombradas. No se parecen en nada a las caras que encuentro cada día en el autobús, y que van y vuelven del trabajo. Esas caras son tristes, ausentes...

En Beijing la primavera es corta, pero se convierte en un espectáculo sólo superado por el cambio de tonalidad de las hojas en otoño. Pero eso ya lo explicaremos cuando llegue el tiempo.

Contraseñas

Si cuento todas las contraseñas de las que dispongo hasta ahora, suman más de diez, y que conste que soy una persona común. No tengo caja fuerte -¡menos mal!- y en las maletas decidí que es mejor poner un candado con llave después de olvidar la contraseña de tres cifras de mi maleta y tener que estar más de dos horas dando vueltas a las ruedecillas de los números. Para qué hablar de las ampollas que me salieron en los dedos. O del móvil, más de una vez bloqueado por confundir su contraseña con la de la visa...

Casi sería mejor que hubiera un lugar para guardar todas las contraseñas que uno necesita y así, con sólo recordar la de ese lugar ya habría suficiente. Pero quizá no sería lo bastante seguro en este mundo de desconfianza que nos rodea.

Cuando era pequeña, allá por los años 70 del siglo pasado, no recuerdo que existiera ninguna contraseña. Como mucho en las películas de espías se veían esos códigos secretos que desvelaban informaciones escondidas. En la vida cotidiana, las máquinas se reducían a las de tabaco de los bares y poco más. Y además funcionaban con monedas. La primera contraseña que recuerdo fue la de la cuenta del banco de mis padres, que nunca utilizaron porque preferían el trato personal del cajero humano al frío del cajero automático.

Si miramos el lado positivo del engorro que supone tener tantas contraseñas en el cerebro, quizás descubramos que tiene una parte hasta romántica. Por ejemplo, en las contraseñas de seis cifras recordaremos el día, mes y año en que conocimos a nuestro ser amado. O también el momento más importante de nuestra vida, el año de nacimiento. O el nombre de nuestro mejor amigo, que a veces sobrepasa los seis dígitos.

Desde que estoy en China, el número de contraseñas ha aumentado y, con ellas, el número de cosas a las que estoy unida, claro. A veces, cuando hago limpieza general de mi casa me dan ganas de eliminar toda esa basura que no ocupa lugar físico, pero sí virtual. Porque, al fin y al cabo, ¿de qué sirven tantas contraseñas si el que quiera entrar en mis dominios lo va a hacer igual con o sin ellas?

Insomnio

¡Yo que presumía de poder dormir de un tirón! Con la llegada del verano me es cada vez más difícil poder dormir en paz. Por eso ahora estoy aquí escribiendo. Después a pleno día quedo dormida por los rincones. Pero doy gracias por poder estar despierta con salud. Esta noche, cuando no podía dormir, pensaba en toda la gente que está enferma y pasa las noches despierta. Me acordé de mi etapa en la residencia de ancianos: ¡cuántas llamadas a media noche a causa del insomnio! ¡cuántos dolores agudizados por la oscuridad y la soledad de la noche! Por eso, estirada en la cama he dedicado unos momentos a acompañar desde aquí a todas esas personas que sufren. ¡Buenas noches! (aunque ya salga el sol y canten los pájaros).

Invitación a compartir

Queridos amigos internaut@s, desde Beijing quiero abrir una ventana de comunicación intercultural entre China y España. Espero que en este foro participen muchos amig@s. No importa la lengua que se utilice: si es en chino, ya lo traduciremos.

亲爱的网络迷, 从北京我想打开一个华西文化交流的窗户。我希望许多朋友都会参加这个论坛。无论你们用的语言。如果用汉语的话,我们会翻译。

欢迎你们!

¡Os espero!

Mónica Moyano, 莫妮卡。

Arco iris en Beijing

Esta tarde inesperadamente ha caído una tormenta en Beijing. Inesperada porque esta ciudad es de clima habitualmente seco. Pero lo que más inesperado me ha parecido ha sido poder vislumbrar un finísimo arco iris entre las nubes y la capa de contaminación habitual de esta ciudad. Más que decir un arco iris, debería decir medio, pues sólo se veía la mitad de él. Tenía ganas de compartir esta belleza con alguien pero mis amigos estaban todos fuera de Beijing durante el fin de semana; mis amigos de España seguro que no alcanzaban a verlo tampoco. Entonces se me ha ocurrido que como soy extranjera y todo el mundo se fija en lo que hacen los extranjeros, lo mejor que podía hacer era ponerme a mirar fijamente al arco iris, a ver si alguien reseguía mi mirada y daba también con él. Pero la mayor parte de la gente caminaba mirando al suelo, para no meter el pie en un charco, o aún bajo el paraguas, para no mojarse con las gotas que, con efectos retardados, empezaban a caer de los árboles. Me he sentido una egoista impotente, disfrutando yo sóla de un espectáculo pocas veces visto en Beijing. Que conste que intenté compartirlo...

Mónica Moyano, 7-7-07